Historia: Los tres filtros frente a la crítica

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Pocos dudaríamos en afirmar que la crítica es un mal endémico en nuestra sociedad.  Seguro que podemos contar infinidad de situaciones en los que nos hemos sentido “agredidos” de algún modo por críticas vertidas hacia nosotros; en ocasiones porque eran burdas mentiras y en otras porque, reconociendo que eran ciertas, nos ha parecido injusto que alguien airee nuestros trapos sucios.

Normalmente, cuando leemos un artículo que habla sobre la crítica siempre es desde el enfoque de aquellos que la sufrimos. Suelen ser consejos relacionados con ignorarlas o afrontarlas de cara. Sin embargo, pocas veces se habla sobre qué debería hacer yo cuando me dispongo a criticar sobre alguien o se dirigen a mí con alguna crítica sobre otra persona.

Sobre este segundo enfoque se cuenta una historia que se atribuye a Sócrates.

Un día, uno de sus discípulos vino a comentarle sobre algo que había oído que había hecho otro de los discípulos de este gran maestro, a lo que Sócrates, antes de dejarle continuar con su relato, le preguntó:

– Espera, antes de continuar me gustaría que viéramos si lo que me vas a contar pasa la prueba de los tres filtros, ¿te parece?
– Claro –contestó el discípulo.
– Bien, el primer filtro es el de la verdad. ¿Sabes si lo que me vas a contar es completamente cierto? –continuó Sócrates.
– Bueno, cierto, cierto… me acabo de enterar y…
– O sea, que no sabes si es cierto… Aún así vayamos ahora a ver el segundo filtro: el de la bondad –dijo Sócrates en tono calmado- ¿Sabes si lo que me vas a contar va a ser bueno para él?
El discípulo, con sinceridad contestó sin dudar –Obviamente, bueno para él dudo que lo vaya a ser.
– De acuerdo, o sea que tampoco va a ser bueno; pero aún nos queda el tercer filtro: el de la utilidad –continuó Sócrates -¿Me va a ser útil lo que me vas a decir?
– La verdad, creo que muy útil para ti no creo que tenga porqué serlo –volvió a decir el discípulo.
– Entonces, si no es cierto ni bueno ni útil, ¿cuál es el motivo por el que debas contármelo? –concluyó Sócrates.

Otra historia de esas que no te dejan indiferente. ¿Habías conocido de su existencia?

Un saludo.

Jonathan Secanella

 

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