4 consejos para apoyar al afecto en el desarrollo emocional de nuestros hijos e hijas

desarrollo emocional. Escuela de las emociones

Cada vez somos más los padres y madres que valoramos la importancia del desarrollo emocional del niño. Este interés está provocando un auge de la información en la red sobre cómo ayudar a nuestros hijos e hijas en ese desarrollo y, recíprocamente, esa cantidad de información está ayudando a la extensión del interés entre los padres. Sin embargo, como las fuentes de información tienden a ser escuetas, en demasiadas ocasiones se quedan sólo en las pautas principales relacionadas con el desarrollo y la educación emocional obviando otras que también son necesarias y complementarias.

Uno de esos principios básicos, y en el que todos estamos de acuerdo, es el de la importancia de las expresiones de afecto continuas. De hecho, el afecto no es sólo el pilar principal para una educación emocional sana sino que es imprescindible. Sin afecto nunca podremos educar de un modo emocionalmente sano a un niño o niña. Sin embargo, el afecto no es la única necesidad emocional que tienen nuestros hijos, es más, si no se cubren otras necesidades ligadas a él, este afecto perderá buena parte de su efectividad emocional pudiendo estar ligado, en ocasiones, a otros problemas como la dependencia emocional en edades más avanzadas.

Voy a hablaros, por tanto de esas otras necesidades y cómo actuamos cuando las suplimos correcta o precariamente, según el caso. Para ello, como el ámbito de la Inteligencia emocional es tan amplio, voy a elegir el tema de la autoestima. La autoestima es considerada hoy en día como el sistema inmunológico de la conciencia y la base imprescindible para un sano desarrollo emocional. Si trabajamos adecuadamente la autoestima en nuestro hijo/a este tendrá prácticamente todas las papeletas para un desarrollo emocional adecuado, y a la inversa si su autoestima no es sana.

Para un desarrollo sano de la autoestima de un niño hay que trabajar cuatro necesidades emocionales básicas, las cuales se dividen en dos parejas claramente interrelacionadas: a) afecto y valoración, b) seguridad y pertenencia. La primera pareja es la que está directamente relacionada con la autoestima. Necesitamos proveer a los niños de afecto y valoración para que tengan un autoestima fuerte que les de tanto la fortaleza necesaria para enfrentar los retos de la vida como la base para ser capaces de autogestionarse emocionalmente y no enfocar su posterior vida de adultos en suplir unas necesidades emocionales que han quedado pendientes desde la niñez (a través de relaciones de dependencia, de la adicción al trabajo, de las aficiones obsesivas, de conductas autodestructivas, etc.). Aunque estas dos necesidades no son las que voy a abordar en este post, aquí os dejo un enlace que habla sobre ellas:  7 errores sutiles en la educación para la autoestima.

La segunda pareja (seguridad y pertenencia) no está directamente ligada a la autoestima, en el sentido de que no son las necesidades que influyen directamente en ella, pero sí tiene una influencia indirecta, y por tanto necesaria. ¿Cómo? Pues son la base emocional para que el afecto y la valoración tenga el efecto deseado. Si nuestro pequeño no desarrolla un sano sentido de pertenencia –tanto físico como emocional- en una familia o no se siente verdaderamente respaldado y protegido por sus padres (también por otros contextos cercanos, pero la realidad es que el papel de la familia es fundamental), puede perderse buena parte del afecto y valoración que manifestemos hacia él, incluso – sin ello ser excusa para dejar de dar afecto, desde luego- en ocasiones provocar efectos colaterales dañinos.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos e hijas a suplir de una forma adecuada sus necesidades de seguridad y pertenencia?, ¿cuáles son algunos de los errores más comunes que podemos cometer, muchas veces sin ser conscientes de ellos? Sin pretender que sea una lista cerrada aquí os hablo de algunos clasificándolos en 4 tipos.

1. LÍMITES Y RUTINAS. Los niños necesitan tener unos límites claros y unas rutinas adecuadas a su edad. Los límites y rutinas dan seguridad al niño. Un mundo previsible: qué viene ahora y qué después, qué puedo hacer y qué no, hasta dónde puedo llegar, etc., crea seguridad. La sensación de infinitud –el “no límites”- crea desasosiego emocional (si ya ocurre en un adulto mucho más en un niño).

En este punto también entraría la importancia de que las normas y las consecuencias que se aplicarán por su incumplimiento sean equilibradas, coherentes y estables. No crea inseguridad en el niño el que haya normas si estas son equilibradas para su edad  pero sí que crea inseguridad el que las normas a aplicar, así como las consecuencias por su incumplimiento, dependan de la volatilidad del momento emocional de los padres. Tengamos cuidado con esto. No somos perfectos, desde luego, y todos vivimos una realidad emocional personal, pero nunca olvidemos que nosotros somos los adultos así como los responsables de la educación emocional de nuestros hijos e hijas y no ellos de la nuestra.

2. AMBIENTE FAMILIAR AFECTIVO CÁLIDO Y SIN ESTRÉS. No hay nada mejor para proveer de sentido de pertenencia emocional el que el niño viva en un ambiente familiar donde la afectividad sea algo que impregne la convivencia familiar y en el cuál el niño o la niña se sienta cómodo y descansado al poder liberarse del estrés diario al llegar a casa (algo así como un entorno donde poder poner el “off” después el “on” de todo el día).

Por ejemplo, cuando el niño recibe afecto directo de parte de los padres pero el ambiente en casa es tenso por los problemas matrimoniales, o si se respira un nivel alto de estrés a causa de la realidad personal o profesional de los padres, el niño o la niña tendrá problemas para experimentar un sano sentido de arraigo emocional, de sentido de pertenencia a un entorno emocional tranquilo y seguro. Si todos deseamos, y en un sentido necesitamos, la confianza de tener un “lugar” en el que poder protegernos del estrés diario, mucho más un niño, para el cual es imprescindible. Añado un ejemplo más y  tristemente común, el de la situación matrimonial en la que los padres no disfrutan de una relación de calidez afectiva, los cuales proyectan todas sus energías en ser los padres más cariñosos posibles con sus hijos olvidando el cuidado de la propia relación. En estos casos, los niños pueden encontrarse con mayores posibilidades de que, aunque el afecto recibido les sacie emocionalmente a un cierto nivel, a la vez les produzca algún tipo de dependencia emocional. Insisto, no estoy hablando de dejar de dar afecto al niño, sino de la importancia de no olvidar sus otras necesidades emocionales.

3. CONFIANZA EN LA PROTECCIÓN PARENTAL. Un niño o niña necesita tener la certeza de que sus padres siempre estarán ahí para protegerle, dependiendo en contenido y forma de cada edad, obviamente. El niño de un año que está empezando a andar necesita que sus padres estén para atenderle de inmediato cuando se cae. El niño de cinco años necesita saber que cada vez que vaya a contarle a sus padres que un niño le ha pegado le atiendan, consuelen y enseñen a gestionar la situación. La niña de once necesita tener la seguridad de que de su madre no van a salir las intimidades de las que están hablando, el niño o niña de cualquier edad necesita que, ante un conflicto del tipo que sea, sus padres estén en un primer momento de su lado –sobre todo si están delante de otras personas- hasta averiguar claramente qué es lo que ha sucedido (luego no dejarán de estar de su lado pero trabajarán con él sobre su conducta y sus emociones), etc.

Obviamente doy por sentado el que, en ocasiones, el niño tendrá que experimentar las consecuencias naturales de sus acciones, pero aún así, aún en esos casos, los padres tenemos dos responsabilidades en el tema de las consecuencias naturales de sus actos: a) no dejar que lleve a cabo acciones que podrían implicar consecuencias demasiado graves y b) cuando consideremos que debe experimentar esas consecuencia naturales de su conducta por no ser demasiado graves, haberle prevenido previamente de las mismas para que luego no se sienta desprotegido por no haberle evitado que las sufra (lógicamente, sin dedicarnos a reprocharle luego que “se lo dijimos”, cosa que tampoco genera seguridad emocional en el niño, sino todo lo contrario).

4. DESARROLLO DE LA AUTOAFIRMACIÓN. Los niños y niñas, de diferente modo en cada edad, están desarrollando la autoafirmación ya desde los primeros meses de vida. En la etapa que abarca desde los 18 meses hasta los 3-4 años, por ejemplo, con la experiencia del “mío” (es un modo de cubrir la necesidad de pertenencia la cual tiene que ver tanto con el sentido de pertenecer a un lugar como con el tener sus propias pertenencias). Como ejemplo, podríamos hablar de las veces que los padres, con toda la buena intención de enseñarle el valor del compartir, coartamos a nuestro hijo o hija regañándole cuando defiende “lo suyo”. Es importante educar en valores, pero no debemos olvidar que la educación en valores es un proceso en el que debemos adaptarnos al desarrollo cognitivo del pequeño. Un niño de dos o tres años debe de tener muy claro que tiene cosas que le pertenecen (juguetes, colores, dormitorio, etc.). A partir de aquí le podremos explicar, en su lenguaje y sin presión ni chantaje emocional, que es bueno compartir, pero dejaremos que él o ella tome la decisión sin presiones ni juicios de valor si decide no hacerlo.

Otro ejemplo de autoafirmación podría ser el de la toma de decisiones. Pensemos en el caso del niño o niña con 7 años (podría ser con 10 o con 5 también) que quiere decidir qué ropa ponerse. A veces los padres podemos considerar que su gusto deja mucho que desear pero, me pregunto, ¿es tan importante el que vista como queremos? Entre no dejarle tomar ninguna decisión – o lo que es peor, censurarle por su gusto- y dejarle que siempre se ponga lo que quiera, hay muchos puntos intermedios impregnados de sabiduría emocional: negociar los aspectos del vestuario, dialogar sobre gustos y modas, enseñar sobre aspectos de imagen, utilizar la técnica de la ilusión de elección (en el caso de los más pequeños), etc.

He hablado de cuatro áreas en las que podemos ayudar al desarrollo emocional de nuestros hijos e hijas. Estas tienen que ver con un camino indirecto hacia el fortalecimiento de la autoestima a través de suplir sus necesidades de seguridad y pertenencia. Este tema no se agota con estas cuatro pautas, pero he considerado que, además del imprescindible papel del afecto y la valoración, estas son algunas de las conductas a las que también debemos atender los padres.

Espero que hayáis disfrutado y considerado interesante estos consejos. Ahora ánimo y a seguir disfrutando de la educación emocional de nuestros pequeños.

Un saludo.

Jonathan Secanella
Coach y formador

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