7+1 errores de comunicación con nuestros hijos

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Lidiar con la etapa de la adolescencia no es especialmente fácil para muchos padres y madres. En especial por la comunicación, uno de los grandes campos de batalla de la relación. Hoy te quiero hablar de los errores de comunicación más típicos (con nuestros hijos, sí, pero en realidad también en cualquier relación que mantengamos pues son errores de comunicación universales). Muchos de ellos nacen de una sinceridad equivocada en algunos aspectos educativos que, si alguien no nos lo hace ver desde fuera, muchas veces nos cuesta descubrir por nosotros mismos. Obviamente, estos errores de comunicación suelen empezar ya en los años de infancia previos, así que te animo a que sea cual sea la edad de tu peque le eches un vistazo al artículo.

Estos errores, en esencia, lo que hacen es perpetuar un tipo de homeostasis comunicativa, un equilibrio relacional tóxico, así como una reacción, en buena medida emocional, especialmente en la persona que es receptora de esa comunicación. Por ello, al explicar cada uno de los errores de comunicación, te hablaré también de estos dos aspectos: la homeostasis comunicativa y la reacción automática que provoca. Al conocer estas dinámicas tóxicas entenderás mejor el por qué estos errores de comunicación son tales, así como el porqué de las reacciones de la otra persona (en este caso tu hijo/a).

Por si quieres profundizar más en ellos, estos errores están inspirados en las teorías de diálogo estratégico que tanto ha difundido la escuela de Giorgio Nardone siguiendo la estela de autores como Milton Erikson, entre otros.

Sin más preámbulos voy a pasar a enumerártelos.

7 + 1 ERRORES DE COMUNICACIÓN

1. PUNTUALIZAR. Explicar cómo deben hacerse las cosas.

Este es el primero de los errores de comunicación que cometemos. Continuamente estamos diciendo a nuestros hijos cómo deben hacer las cosas, es más, incluso cómo se deberían sentir. “No te preocupes, no es para tanto”, “está bien, pero si lo hubieras hecho así habría quedado mejor”, “¡¿por qué te enfadas?!”, “deberías sentirte orgulloso por…”

Este tipo de comunicación crea una relación de maestro-alumno. Algo que, especialmente a un adolescente que está buscando afirmarse en su independencia y mostrar-se su valía, le crea un profundo rechazo. La reacción emocional más típica en estos casos es el fastidio, una sensación de incomodidad hacia la situación y hacia la persona que los trata así.

2. RECRIMINAR. Echar las culpas, someter a los demás a un proceso de puntualización de sus culpas.

“¿Ves lo que has hecho?”, “si hubieras estudiado más ahora no tendrías que estar quejándote de no haber aprobado”. En este caso se establece una homeostasis de juez-acusado. Esta relación, en el adolescente produce reacciones de rechazo, ira y rebeldía. ¿Te suenan?

3. ECHAR EN CARA. Este error consiste en hacerse la víctima y echar en cara todo lo que nos hacen.

La expresión standard sería la de: “Con todo lo que hemos hecho por ti, ¡así nos lo pagas!”, y todas sus variantes. Sobra decir el nivel de chantaje emocional que subyace debajo de estas recriminaciones.

El equilibrio relacional que se crea es está basado en la dinámica víctima-verdugo. Una persona está acusando a la otra continuamente (el padre/madre al hijo/a, en este caso) de ser su verdugo por no hacer lo que le pide. Piensa en lo retorcido de esta estrategia, muchas veces inconsciente: como me debes tanto (la vida, mis desvelos por ti, etc.) difícilmente podrás hacer nada que me compense y por tanto me sentiré injustamente tratado/a por ti, soy una pobre víctima tuya. Es lógico que, ante este chantaje emocional, la reacción que se dé sea la construcción de un sistema relacional rígido, difícil de romper por el chantajeado, porque no hay nada más duro que sentir que tus padres se sienten víctimas de ti.

4. SERMONEAR. Examinar y criticar al otro en base a nuestras reglas personales de lo que es justo o injusto.

Creo que en este punto está de más el poner ejemplos, la mayoría de padres somos expertos en la “técnica del sermón” (sin ni siquiera ser curas o predicadores).

Como padres debemos inculcar valores morales y principios de vida, por supuesto. Y sobre todo debemos ser ejemplos de esos valores. Ahora bien, ante un adulto no somos quién para juzgarles en base a nuestros valores. ¿Y qué es lo que nuestros adolescentes pretender ser? Adultos. Obviamente aún no lo son, pero necesitamos ir cambiando estrategias comunicativas que no se adecúan a la comunicación con adultos. Mejor preguntar para hacer pensar, o incluso imponer las consecuencias que consideremos a una determinada conducta que ya hemos advertido que no íbamos a tolerar, que dar sermones que acabarán cayendo en saco roto y creando más distancia.

Obviamente, a la dinámica homeostática de cura-feligrés que se crea, le sigue una reacción de rebeldía. Y si esta rebeldía no es visible la habrá encubierta (“tu dime, que yo haré lo que quiera y no te enterarás”).

5. ¡TE LO DIJE! Implica declarar encubiertamente que, de habernos hecho caso, se habría evitado. Este es otro de los errores de comunicación más típicos que cometemos.

Otra de las actitudes que nos separan de nuestros hijos adolescentes es la relación de sabelodoto-ignorante. La reacción emocional más común es la de la ira. ¿No te ocurre a ti los mismo cuando alguien te “restrega en los morros” que ya te lo había advertido? ¿Cómo esperas que tu hijo/a, que está en plena etapa de explosión y descontrol emocional momentáneo no se altere y se sienta humillado por ello? Estas apelando a su escasa inteligencia, algo, no sólo dañino para vuestra relación, sino denigrante y tóxico para su confianza en sí mismo.

6. LO HAGO SÓLO POR TI. Exigir agradecimiento por un sacrificio no solicitado y muchas veces tampoco deseado por los demás.

¿Te suena esta expresión? De los errores de comunicación que he citado, este es el más ligado al hiperproteccionismo. Pero no sólo eso, sino que también alimenta un sentido de deuda tóxico entre los dos, una relación en la que uno juega el papel cobrador y el otro de deudor.

Esta homeostasis provoca en el “deudor” irritación a la vez que culpa, una combinación explosiva. Por una parte se siente injustamente tratado, pues no ha pedido favores ni que le hagan ciertas cosas que podría hacer él o ella, lo que irrita. Por otra se mezcla con una sensación de culpa que, si bien sabe que no es lógico sentirla, y sabe que en el fondo no tiene culpa de deber nada al otro, como sabe que el otro se siente así (como que le deben algo), en la práctica de la relación con esa persona (en este caso el padre o madre) es como si lo fuera, como si se le debiera algo.

7. ¡DEJA! ¡YA LO HARÉ YO! Esta expresión no es ni más ni menos que una descalificación ajena encubierta de gentileza.

Además de incidir en el proteccionismo, como en el error anterior, se lanza el mensaje a la otra persona (en esta ocasión al hijo/a) de que es un inútil, de que no tiene capacidad por sí sólo para hacerlo bien.

Esta homeostasis sería del tipo mamá-niño. Por puro sentido común, ya puedes imaginar lo que esa dinámica relacional produce en el adolescente: rabia, porque se siente despreciado y no valorado como adulto e impotencia, porque es una dinámica de la que no puede salir (¿qué va a hacer, discutir con su madre/padre para que le dejen a él hacer las cosas? Pues sí, a veces lo intenta, y entonces la contestación suele ser en la línea de otro de los errores de comunicación citados como el de: “¡encima que lo hago por tu bien!”; un chantaje emocional en toda regla). Con este ejemplo, puedes ver también que muy pocas veces estos errores se dan por separado, casi siempre utilizamos una combinación de varios.

+1 NUNCA ES SUFICIENTE. Ésta, más que una expresión concreta, es un estilo de acercarse a los hijos, un estilo comunicativo que refleja un sentido de perfeccionismo de los padres con el que están presionando sin darse cuenta a los hijos y lanzandoles el mensaje subliminal de “nunca es suficiente”. Un ejemplo típico, cuando tu hijo llega con una nota de un 6 y le dices: “Muy bien, pero si te hubieras esforzado más podrías haber sacado un sobresaliente”. ¿Te suena?

La relación de homeostasis que se crea es la de jefe-subordinado y como es lógico la reacción de frustración del hijo/a es enorme. Nunca da la talla. En realidad este es error se podría encuadrar dentro del primero: la puntualización, pero he creído importante resaltarlo aparte porque, con toda nuestra buena intención de que nuestros hijos caminen hacia la “excelencia”, lo cometemos muy a menudo.

REFLEXIONES FINALES

¿Te has parado a pensar en estos errores de comunicación con tus hijos/as? ¿Has encontrado algún comportamiento que deberías cambiar? ¿Te has parado a pensar que, es posible que esos mismos errores de comunicación que cometes con tus hijos los estés repitiendo en tu comunicación con otros adultos? ¿Se te ocurre algún error más que podríamos añadir a la lista?

Un saludo.

Jonathan Secanella
Coach y formador

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Imagen: imujer.com